domingo, 26 de octubre de 2008

Encargos de aire

Esto lo escribí por encargo para el concierto de Extremoduro en Jerez el día 24 de octubre.

UNA HOGUERA PARA ARDER

“Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata, la cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado, ley para la que no hemos sido educados, sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos, sino empapados.”

Cuando muera, Iniesta quiere que lo entierren con la picha por fuera para poder terminar de repartirse, mientras tanto, se va dejando caer por aquí y por allá en forma de poemas musicados. El más golfo de todos los poetas. El más rockero de todos los canallas.

“Ley innata”. Éste es el nombre de su último trabajo. Mucho más que una excusa para romper varios años de silencio y volver a los escenarios para seguir metiendo tralla, transgrediendo y reivindicando en cada canción, si no, ¿para qué coño quieres que la escriba? Más de cincuenta mil copias vendidas. Ahí es nada. Esos que ponen la excusa de que no venden porque en su día el “Antiministro de Cultura” (o el “Ministro de Anticultura”, como usted prefiera) inventó Internet, deberían replantearse las causas de su “fracaso”. Una sola canción, entregada por capítulos eso sí, seis concretamente, una idea que ya en el noventa y cinco se hizo LP (“Pedrá”) y que ahora repite. Más o menos.

“Rock transgresivo” Así denominó el Robe el estilo musical de su banda (Extremoduro, no se si alguien aún andaba perdido) allá por mediados de los ochenta. Una década tardó en generalizarlo y llegar al gran público; “So payaso” rompió las cadenas del ultrafondo y Extremoduro pasó, de un plumazo, del undrerground a los cuarenta. Pero todo es perdonable. De aquel disco, “Águila” le pusieron al niño, fueron más de doscientas mil las copias vendidas. Este es el momento considerado por los hechiceros de la crítica musical como el culmen de su carrera. Yo, sin embargo, desde la más ínfima sabiduría y la más absoluta de las ignorancias, si fuera al mercado de los versos, pagaría mucho más por “desquicié tu vida por ponerla junto a mí” que por “me tiemblan los pies a su lado”, pero el gran público es el Gran Gurú, y ante eso, ni el más osado de los magos se atreve a poner trabas, por más que después consigan, de vez en cuando, manejarnos cual manada de borregos. Posteriormente, sólo tres discos en estudio y un montón de huellas para la historia como esta: Antes de hacer la maleta / y pasar la vida entre andenes, / deja entrar a los ratones / para tener quien le espere.

El caso es que esta noche, en la cuna del flamenco, este placentino y sus acompañantes (a destacar entre ellos a Iñaki Antón), a partir de las nueve y media o por ahí, llenarán, de eso no hay duda, ese pedazo de campo en mitad de la urbe al que denominan: “Explanada junto al Palacio de Deportes de Chapín”. Y lo llenarán de incondicionales deseosos de esparcir sus trocitos de garganta por la noche jerezana, coreando sus canciones de siempre, y las nuevas, y voceando su bienvenida, y chillando para que ése no sea el último bis, y gritando en el oído del de al lado: "con esta canción eché mi primer polvo". Y si usted no se fía (hay más de un loco diciendo eso por ahí), si piensa que lo que van a proponer los de las tablas no vale los 22 euros de la entrada, pues no vaya, quédese en su casa, mullendo la almohada de su esposa, o en el bar de la esquina, banalizando con el camarero, o en un banquito de la plaza, dando de comer a las palomas, pensando que un día cualquiera, en dos o tres años, Extremoduro volverá a Jerez de un modo más fiable. El único problema es que ese día no existe. Hoy, sin embargo, sí existe.

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