miércoles, 27 de mayo de 2009

La Voz




Estoy experimentando alucinaciones. Y no creo que eso sea un buen síntoma. Hace un año y pocos días, el caótico estado de mi mente, en contraste con el desacelerón que pegó mi vida, mi padre intentando (conseguido) continuar la suya, los amigos ocupados, y el que no lo estaba, las cosas le iban bien, el deterioro físico, la alergia (a la primavera mismamente) y un “hasta luego, nos vemos en agosto”, se conjuraron para que matara las tardes pensando y escribiendo; tengo tres millones de archivos pajamentalx.doc con al menos... dos líneas escritas. De los otros, los de más de diez, subiéndome al carro de los que por algún lado tienen que reventar, en este caso un blog, publiqué algunos aquí. El resto, prefiero dejarlos en el cajón, no sea que alguien se ofenda.


Y ahora, al cabo de una veintena de junios traumáticos, incluyendo años olímpicos y bisiestos (que lo son al mismo tiempo creo), asumida ya la “indefensión aprendida”, no me resigno a que año tras año esto vaya a peor. Lo nuevo: alucinaciones acústicas, ni más ni menos que el pez gordo de la sintomatología skizo. No, no crean que tengo algún tipo de temor a convertirme en un lunático. Esperanza Torrico, mi profesora de psicopatología, allá por el año 2000, después de leer en voz alta el análisis de los signos y síntomas de un personaje de ficción que hice la noche antes (a saber qué me habría fumado), me dijo: “No tengas miedo a volverte loco, hace ya tiempo que atravesaste la frontera al son de adiós mi cordura querida, ojalá no volvamos a vernos”. Y en esas estamos, esquivándola por las esquinas, a Esperanza no, a la cordura, a Esperanza le daría un beso si me la encontrara.


Sé que no es Dios quien me habla. Dios no existe. ¿O quizás sí? A saber. Si fuera Él no haría tantas preguntas; Dios lo sabe todo. El caso es que no me gusta oír a nadie que no pueda ver, tocar, oler y lamer. Todo a la vez. Bueno, me reservo lo de lamer, tampoco es necesario para demostrar la existencia real de una persona.

Vivo nueve meses aparentando ser alguien normal, y otros tres, aparentando ser un gilipollas incomunicativo de clase trabajadora. Y ahora aparece ella, la Voz, quizás sólo para joderme, porque lo único que hace es darme conversación:


La semi-inapariencia de la no-ficción Vol. U



- Anoche tuviste un sueño.
- Si.
- ¿Qué pasó?
- Recibía un mail. Alguien, una chica, me preguntaba que cómo estaba.
- ¿Respondiste?
- Si: “Con ganas de conocerte”.
- ¿No la conocías?
- No.
- ¿Sueñas con gente que no conoces?
- A veces.
- Y la chica, ¿siguió adelante?
- Al instante recibí otro: “donde y cuando quieras”
- ¿Cuál fue tu respuesta?
- “¿Tendré que llevar un clavel en la solapa? ¿O voy directamente a tu casa?”
- Y ella dijo...
- “Para qué andarnos con rodeos. Ven a mi casa. Te estoy esperando.”
- ¿Y cómo era?
- No sé. Me despertó la ducha de algún vecino.